jueves, 10 de enero de 2008

Una operación nasal.

Después de muchos años de padecer inflamación de los senos, de los llamados paranasales, me ví en la necesidad de someterme a una intervención quirúrgica, pa poder controlar todos los mocos que producía, y que me causaba no pocas molestias. Lo que sí es que llegué a esta instancia después de tratarme muchas veces con halopatía sin obtener una cura, simplemente eliminando los signos y síntomas que en un momento dado me atacaban los huecos de los huesos de la cara, pero que después volvían a aparecer.

Fui con la otorrinolaringóloga, profesion que lleva nombre de trabalenguas, y me mandó a hacerme una tomografía, estudio que me parece por demás maravilloso al poder hurgar el tuétano craneal de las personas sin anestesia, sin ser invasiva y con el único dolor de tener que pagarla. La galena revisó mi estudio y diagnosticó desviación del septo nasal, mejor conocido como tabique, además de un espolón y los cornetes como más crecidos de lo normal. La septoplastía me había sido indicada.

Pasó un tiempo y me decidí a ponerle fecha. La doctora me dio las indicaciones pertinentes, además de enviarme a hacer nuevos estudios, los cuales incluían un electrocardiograma pa ver que mi cucharón de mole me palpitaba bien y bonito, una sacada de sangre pa ver que no tuviera chancros nadadores o alguna ostra cosa malévola, y los típicos estudios de orina los cuales envasé, como debe de ser, en un frasco de Gerber pa bebé. Por cierto, fácilmente, después de haberlos enfriado, los orines bien pudieron pasar por juguito de piña etapa 3 para preescolares.

Nada malo hubo, nada que pusiera en riesgo mi operación, nomás bacterias en el pispirrín, o en las vías urinarias más precisamente, microorganismos que fueron atacados con el mismo antibiótico que me habían recetado pa estar seguros de que no tenía mocos podridos antes de que me enderezaran la fábrica de mocasines.

La cirujana me cuestionó si quería de nodocomio acá el lujo pirrurris o algo funcional, osea, bueno, bonito y barato. Como mis acciones internacionales habían sufrido una terrible caída horas antes, no podía darme el lujo de irme a operar Houston, sino que opté por una clínica que tuviera afuera unos tacos de suadero y de moronga, en caso de necesitar una transfusión.

Me interné en un H. de paso, cerca de la Calzada de Tlalpan. Un hospital, no un hotel, el cual cuenta con nada más y nada menos que lo justo necesario para una cirugía ambulatoria como en la que yo iba a ser protagonista, es decir, que apenas pudiera levantarme, me mandaban derechito a la chida casa en la que habito.

Total que llegué al 20 pa las siete de la mañana al lugar, ya que salí temprano para prevenir que hubiera mucho tráfico además de la básica perdida que en efecto sufrí al no dar luego luego al sitio exacto. Tenía el resto de hambre porque esas cosas se hacen en ayunas, y nomás veía a los vendedores de guajolotas resignado a no poder probar una en al menos una semana.

Ya vi que una señora abrió la clínica, llegaron dos o tres personas más y me bajé pa hacer lo necesario. Les dije que yo era el paciente y ya me pasaron. Me pesaron y resulta que nomás me faltan 6 pa darle a los cien kilos (¡arriba los pesos pesados!). Luego, con un chingo de frío me pasaron a un cuartito con plantas y con techo de acrílico, por lo cual la temperatura era aún menos. Me senté frente al escritorio, sobre el cual se posaba una máquina de escribir grandota grandota como la que usa el escritor pa partirle la madre a su gorda secuestradora en la película “Misery”. Llegó un señor amable, con chalequito onda César Costa y comenzó a llenar unas hojas que estaban dentro de una como carpeta metálica, igualita a las que usan en los hospitales de la telera. Me inquirió mis datos personales y luego lo que los que tienen como insignia la vara de Esculapio llaman historia clínica. Que si eres un borracho, un vicioso, que si alguien en tu familia tiene alguna enfermedá, que si tienes gonorrea, que de qué color tienes los ojos, que si te han operado previamente, y otras cosas que, eso sí, se llenan más agradablemente que un formato universal de la tesorería.

Después me explicó el procedimiento, con tono de voz y formas muy similares a las que empleó el agente Smith pa decirle a Neo (Keanu Reeves) que o coopela o cuello en Matrix:

Primero te semiencueras y te pones esa bata igualita a las del IMSS, esperas con harto frío a que lleguen por tí en una silla de ruedas, luego te vamos a acostar en la plancha y te vamos a poner nos aparatos pa ver si te estas muriendo o aún vives. Viene después un pinchazo pa ponerte el suero y dejarte ir la anestesia por ay (por la intravenosa), mascarilla con oxígeno, te duermes y te ponemos un tubo en la garganta pa que respires y luego, antes de que te des color, ya te echamos de retache en tu cama.

Ya fue una enfermera por mí, me subí a la silla de ruedas que evidentemente no estaba contemplada para una persona alta como yo, ya que tuve que alzar las patrullas pa no frenar el avance de la silla. Llegamos al quirófano y me acosté en la esa plancha y ay estaba el doc que me había explicado todo pero ya con pijama quirúrgica, cubrebocas y toda la onda. Además estaba acompañado por ostras varias personas que les iban a echar la manon por supuesto, la otorrino.

Así como en las pelis, escuchaba yo el pip pip de la maquinita que dice que mi palpiatar es el correcto, me descubrieron los brazos y me pincharon en la mano izquiera. El dolor del piquete en sí no fue muy fuerte, pero luego pasó una sustancia de no marches, pinche ardor en toda la mano, y lo más gacho fue que la cochina aguja se botó, y tuvieron que mutilarme otra vena pa lograr su cometido.

En el pasado, sólo me había operado del estrabismo (algo así como estar bizco) como a los cuatro años y la cirujía de las muelas del juicio y de un diente de más que tenía. Las dos últimas, obviamente, no cuentan como operación de a debis porque nomás me pusieron anestesia local, pero en la de los oclayos, me pincharon y me dolió pese a que me dijeron que no serís así, y luego me pusieron a inflar un méndigo globo que se desinflaba cada que soplaba. Dí tres soplos y lo siguiente que recuerdo es que escuchaba las voces de mis familiares diciéndome que ya habían acabado. Pero es así de putazo, no sientes que dormiste un chingo ni nada, nomás te duermes, luego luego despiertas y quien sabe cuantas cosas te hicieron ya en la maceta.

Pues esta fue igualita. Me dijeron que ya me estaban soltando el anestésico por la vena, y en cuestión de segundos sentí como que flotaba, y dije pus me río. En eso, me colocaron una mascarilla y de repente nomás sentí que alguien me tenía del brazo y mi sensación fue la de un borracho que ya perdió la conciencia y que sus cuates ya se lo quieren llevar por malacopa. Tons sentí que me tomaron del brazo y ya estaba apunto de decir “¡No chinguen! ¡Si yo todavía no me quiero ir y estoy chupando reteagusto!” cuando alguien dijo que ya había acabado la operación. Recordé y me tranquilicé.

Tambien como se ve en las series de la tele (que es mi máximo medio de información, aunque digan que es la caja idiota y no se qué) al despertar, como que abría los ojos, captaba algo y se me volvían a cerrar, luego ostra vez veía a mis familiares platicando con la doctora y me desvanecía de nuez y así hasta que ya estaba bien. Esperaron a que casi se acabara el suero, y que me pudiera levantar pa correrme del nosocomio, cosa que aconteció como a las 2 y 10 de la tarde.

Me mandaron medicamento, y me pusieron unas cintas en la nariz pa que no se me fuera a caer en el camino, además de una gasa sostenida por cinta adhesiva de microporos pa que todos los mocos coagulosos que me han salido desde entonces no se me vayan a la buchaca y me los vaya a comer como moronga. Y con eso me dí cuenta de que así qué chiste, uno no puede ver nada de lo que le hacen. Hubiera contratado uan filmación de las que usan en los XV años pa luego ver qué me hicieron... y si lo hicieron . En fin.



EPÍLOGO (o como se llame lo que va hasta atrás)

Cinco días después me lancé a que me quitaran los tapones de gasa que me habían refundido hasta lo más hondo de mis cavidades que echan moco, y un montón de cintas micropor como férula me imagino. La doctora me había recomendado llevar una caca-cola bien helodia de fría y de lata, pa que estuviera más fría, ya que me podría alivianar en caso de nausea. Me explicó qué me iba a pasar y me pasó al sillón donde atiende.

Cuando me hube sentado, me dió una bolsita y sacó una pinza. Me quitó las esas madres de la superficie nasal, que ya lucían como bolsa de papel de estraza pa las tortas de tanta pinche grasa narizal que se les había embarrado.

Luego procedió a sacarme los dichosos tapones, empezando por el del lado izquierdo. Tomó un borde con la pinza y comenzó a jalar. Al principio se siente como sacarse un mocos de esos semilíquidos que se alojan al final de la fosa nasal, pero que de la parte de donde se toman son ya duritos. Uno piensa que ese inocente va a ser un moquito, pero cuando da el jalón ¡zaz! qiente que viene de muy adentro, y queda escurriendo en el dedo, y uno piensa rápidamente en qué mueble embarrarlo pa que no se note, porque hacerlo bolita en un estado tan líquido dificulta mucho la operación. Pues así se siente... al principio, porque luego uno siente que, mientras continúa la extracción, algo de muy hondo dentro de su cráneo le es arrancado. No es dolor, es una sensación que nunca había sentido y por eso es extraña, pero no dolorsa. Pero, eso sí, una lagrimita me sacó, pero que quede claro que por reflejo, no por chilletas. Ya estando afuera el coso ese, sentí un chingo de alivio, pero además que me entró el resto de aigre se esmog hasta lo más hondo de mi senos frontales y a la garganta.

Procedió de similar forma del otro lado y fue más o menos lo mismo: esa sensación rara de desprenderse de un moco gigante con tecata de sangre. Ambas gasas muy suaves (no parecían de las comunes, sino más bien como toallitas húmedas) estaban llenas de moco, y yo pensé que iban a estar todas cafés como escusado de gasolinería por la sangre coagulada seca y vuelta a humedecer rellena de más coagulitos, pero nones; estaban llenas de pura mocosidad transaprente. Contnuó el proceso e introdujo en mis fosas algodones como yo los fines de semana: emebebidos en alcohol pa limpiar y listo. Todo lo quirúrgico había terminado: Antibiótico ey antiinflamatorio, y a casa de nuevo. PEro como epílogo del epílogo, toda la grasa acumulada me provocó un acné en la nariz cual si fuera yo un pubertoso chamaco de la secun que se exprime los barritos blancos de pus. Íñor.