miércoles, 27 de diciembre de 2006

Los misteriosos monos enterrados de Acámbaro

Como anualmente sucede (o bueno, me sucede a mí) es momento de ir a donde reside mi ascendencia materna: Acámbaro, Guanajuato. Está ubicado al suroeste de dicho estado y esta casi pegadito a Michoacán. Eso no es lo interesante, por que todo mundo debe de ir a ver a sus abuelitas con algo de frecuencia y pues eso no es nada innovador. La buena onda de esto es que, además de comer harto mole y barbacoa el día de San Pedro en Chupícuaro (de donde es la cultura chupícuaro y que en lo sucesivo seguramente será abordada más a fondo), voy a visitar por segunda ocasión el mundialmente desconocido museo "Waldemar Julsrud". Pero ¿y que tiene de interesante la reseña de un museo? mucho, pero este tiene una particularidad bien particular que tiene que ver con Monos Enterrados y que a continuación medio describo.
Sucede que hace algún tiempo (por ay de 1945), un señor alemán que se llamaba Waldemar Julsrud caminaba por el campo de enderredor de Acámbaro y como había caído un chaparrón, se dió color de que había unos monos enterrados medio al descubierto, y aquí empieza lo interesante: esos monos son, supuestamente, figuras de animales extintos mucho antes de que el hombre apareciera en el registro fósil (se calcula que Homo sapiens apareció hace aproximadamente 250,000 años). Las figuras, por ejemplo, representan (dicen) a rinocerontes lanudos que desaparecieron hace 1,000,000 de años y también destacan caballos y camellos que no llegaron a América hasta después de la conquista. Pero lo que dicen que es más impactante es que hay figuras de dinosaurios que, según aprendí en la primaria, se murieron hartísimo tiempo atrás y que ningúna cultura antigua los pudo haber conocido a menos que ya tuvieran internet o algo así.
Tons eso es lo campechano de esa colección: que raya en ondas esotéricas y maussanianas y quesque no se ha podido desmentir todo lo que afirman. Lo raro es que el INAH o la UNAM no han hecho investigaciones de un suceso que debería de ser importantísimo a nivel mundial, creo yo. Y bueno, en estos diyitas me daré una descolgada al museo pa traerles información más veraz y de primera mano de los datos y la visión que el museo nos ofrecen, además de comerme unas acambaritas. Obviamente, en el sentido arqueológico aún no tengo herramientas para poder juzgar científicamente a esos monos enterrados pero sí puedo aunque sea robarme un folletito. Ya después seguiré indagando acerca de la verdadera historia de estas misteriosas figurillas.

Para algo más de información se puede visitar:
http://www.lector.net/verjun99/acambaro.htm
o en el Google pónganle Museo Waldemar Julsrud.

martes, 26 de diciembre de 2006

10 años


Están por cumplirse 10 añejos de que este servidor con tocha su generación se graduó de la Secundaria. Ésta es la foto del anuario. ¡Diviértete encontrando los caracolitos escondidos!

viernes, 22 de diciembre de 2006

El inicio de Monos Enterrados

Bienvenidos y bienvenidas sean todos a este flamante espacio de la red en el que van a poder ver cosas muy variadas, tanto de autoría propia como viles fusiles (los cuales siempre tendrán el crédito de su mero mero autor, pa que se vea que no me pirateo las cosas tan descaradamente). Este espacio surge como resultado de la inquietú artística polifacética y muy mamila del autor que moría de ganas de expresar lo que le dan ganas de expresar. Bueno, no tanto, ni artísitico ni nada. sino que pus ya que todos suben sus cositas a la red, pues yo tambien quise y por acá andamos. Lo que sí es que va surgiendo en el comienzo de una nueva etapa de mi vida, que es el inicio de mis estudios en la carrera de Arqueología en la ENAH y supongo que va a abarcar cosas que surjan de ahí, resultados de prácticas de campo, opiniones y demás ideas que mi mente invente; claro, Monos Enterrados no sólo se va atratar de Arqueología, si no que va abarcar lo más que pueda y quiera. Y pues comenzamos con el poema que le da nombre al Blog: "Los monos enterrados" de la autoría de Margarito Ledesma, oriundo de Chamacuero de Comonfort, Guanajuato; creo que esa hermosísima poesía va muy acorde con esto de ser tepalcatero. Pues bueno, los dejo y ¡Salúd!

"Los Monos Enterrados"*

Me dijeron que venían
no me acuerdo de que parte,
y que sabían cosas de arte
y que hartas cosas sabían.

Y que venían a buscar
de esos monos enterrados,
mal hechos y mal forjados
que han dado mucho en sacar.

De esos que dicen las gentes
que los antiguos forjaban
y luego los enterraban
revueltos con sus parientes.

Son unos monos sin chiste,
con todas las patas chuecas,
que enterraban los aztecas
cuando fué la Noche Triste.

Y que ahora, según veo,
son cosas tan rebuscadas,
que sacan buenas mantadas
y las llevan al Museo.

Y duraron muchos días
buscando por dondequiera,
hasta en una nopalera
que era propia de mis tías.

Y después de harto buscar
y gastar bastantes cobres,
nada que hallaban los pobres
y ya hasta querían llorar.

Temprano se levantaban,
trabajaban todo el día,
y creo tanto les urgía
que hasta de noche escarbaban.

Y lo hacían con tanto anhelo
que casi no descansaban;
pero nada que sacaban
de abajo del entresuelo.

Y, al ver la navegación
y el mitote que traían
y que nada conseguían
me dió algo de compasión.

Y, pensándolo tantito,
dije así, como entre dientes:
"¡Ayúdales! ¡Pobres gentes!
¡No seas malo, Margarito!"

Y, hablando ya en otros tonos,
les dí tan fuerte ayudada,
que hallaron una mantada
de purititos monos.

Lo malo está que no puedo
explicarles como fué.
Tal vez algún día podré
aclararles el enredo.
__________
Nota: Ya comprenderán ustedes que en el argumento de mi poesía no puedo describir el cobre ni aclararles cómo le hice , pues no había de faltar quien los chismiara a los interesados y todo se echaba a perder; pero la verdad es que un día que se descuidaron tantito y que yo no andaba tan ocupado ni tenía mucho quihacer ni en qué divertirme, eché una buena maquila de esos monos orejones tan fierísimos y de animales y de pipas de tabaco y de otras cosas como ídolos y trastes de la antigüedad, y los pinté de azul y negro y colorado, con rayas blancas y amarillas, y los eché a cocer en un horno de calabazas que tengo en el corral de la humilde casa de ustedes, y los enterré en un solarcito que tengo en las orillas del río, bien repartiditos por todo aquello, y también en unos socavones de tuzas que casualmente me encontré, pues han de saber ustedes que yo le entiendo algo a eso de los monos de lodo, tanto que una vez hasta puse puesto en la plaza, en los días de la Nochebuena. Así es que fuí al solar con los señores y luego que me los fuí llevando, llevando y haciéndome el sorprendido para que los hallaran, comenzaron a sacarlos luego luego y hasta brincaban del gusto, y empezaron a decir que eran de los otomites, y yo... callado; y que eran de los chirimecos, y yo... callado, y que eran de unos hombres medio indios y medio no indios , que habían venido camine y camine , atravesando casi todo el mundo, y yo... callado; y que eran de quién sabe dónde, y yo... callado; y estaban tan contentos que me dieron muchos abrazos y hasta querían darme dinero; pero yo por nada en esta vida se los quise recibir, pues ¿cómo les iba a recibir centavos todavía después de que los estaba haciendo tontos? ¡Ni que fuera tan diatiro! Y al fin cargaron con todo el monerío y se lo llevaron con mucho cuidado para que no fueran a quebrarse, y hasta conmigo querían cargar para llevarnos a todos al Museo de México, y me sacaron muchas vistas en diferentes aposturas y hasta me dieron un puro que me dió una jaqueca y un dolorón de cabeza que válgame. Pero todavía esta es la hora de Dios en que nadie sabe que yo hice toda esa tandada de monos figurosos y mal hechos. Por eso no quise ponerlo en el argumento de mi poesía, y mucho les encargo y recomiendo que no se lo vayan a decir a nadie, ni menos a los interesados, si algún día vuelven por aquí, que Dios Nuestro Señor quiera que no, y no lo permita, pues ya hasta algo de miedo me está entrando con ese motivo , porque donde lleguen a saber que fuí yo el que hice los monos y los puse allí muy acomodaditos para que ellos los encontrararn quien sabe qué quieran hacer y cómo me vaya; peor si son servidores del Gobierno, pues entonces puede que hasta quieran arcabuciarme o seguirme otro perjuicio mayor. En fin , Dios dirá.

*Ledesma, Margarito Poesías Editorial Stilo, México D.F. 1952 pp 249