domingo, 3 de marzo de 2013

La partida.

Un tenue viento agitaba el negro velo de la hija que se encontraba, junto con el resto de los dolientes, alrededor de la fosa.
Rezaron y recordaron diversos pasajes de la vida del padre, lo cual incrementó los sollozos, las lágrimas, hundiendo cada vez más a la hija en una interminable angustia y desesperación.
Llegó el momento de descender el féretro. Al comenzar a recibir las primeras paladas de tierra, la hija explotó y entre desgarradores llantos, manifestaba a grito abierto la negación de la partida de su padre:
-¡¡No papá, no te vayas!! ¡No nos dejes!!
Pese a que los hermanos intentaron calmarla, ella no resistía, y agachada en el borde, estiraba la mano, como intentado tomar la de su padre:
-¡¡Llévame contigo, no me dejes sola!! ¡¡Llévame contigo!!
Pareció que al escuchar las súplicas, alguien quiso ayudarle, y desmoronó esa orilla de la fosa, provocando que la hija cayera sobre el ataúd, desatando una angustia más grande:
-¡¡Sáquenme de aquí, ya sáquenme!!
Y un hermano contestó:
-¡Ay'stá pendeja! ¡¿no que te querías ir con él?!