viernes, 20 de marzo de 2009

La Primavera

En días como este, en los que pululan los festivales infantiles, los padres de familia deberían de ser un poquito más concientes y, además de disfrazar a sus chilpayates de diversos personajes que se hallan en la madre naturaleza, deberían de ponerles un letrero, porque uno no distingue si los que tienen orejas largas están, o disfrazados de conejos, o de burro en primavera.

domingo, 1 de marzo de 2009

Ruta Letrán-Panteones.

El día transcurría como todos, con el movimiento normal. La gente esperaba el tranvía en la estación. Los que llevaban más prisa, tomaban un cocodrilo para llegar más pronto a las orillas de la ciudad, lugares como San Antonio Abad o Balbuena.

Roberto, como siempre, iba tarde. Entre una zancada y otra, se iba abotonando el suéter del uniforme y cerrando su mochila de cuero. Agitado, llegó disminuyendo el paso al apeadero del tranvía y se sentó en la banca para tomar aire, y esperar el siguiente vagón.

A su lado estaba un señor con la piel arrugada. Se hallaba serio y con la mirada fija hacia el frente. Sacó un fósforo para enceder un cigarrillo, el cual fumó despacio, pero sobre todo, en silencio. Cuando estuvo a punto de apagarse, le preguntó al chico si sabía la hora, a lo que respondió negativamente. En seguida, le cuestionó acerca de la ruta que pasaba por ahí:

-¿Aquí cual tranvía pasa muchacho?
-Pus este agarra por San Juan de Letrán, pasa por la Ribera de San Cosme y se va hasta el rumbo de Tacuba. La última estación es por allá por los panteones.
-¿Por los panteones?
-Sí.
-Perfecto. Gracias.

Transcurrió el silencio y Roberto fue quien ahora comenzó la charla.

-¿Entons va pa esos rumbos?
-Sí, me queda perfecto en la última estación. Pero estoy esperando a alguien. Parece que van a pasar por mí para llegar hasta allí.
-¿Y se puede saber a quién está esperando?
-A mi viuda. Parece que ahí vienen, atrás de esa carroza. Hasta luego -y se despidió tocando el ala de su sombrero.