miércoles, 3 de septiembre de 2008

Nereidas.

El timbre anunció el próximo cierre de puertas. Algunos entraron apresurados y, ya adentro, buscaron acomodo en el poco espacio que había. En general, había rostros cansados, serios, largos. Incluso quienes iban acompañados, no charlaban, simplemente comentaban algo y uno u otro asentía, sin emitir una palabra. El ambiente de calor húmedo de las 7: 30 de la tarde.

El movimiento comenzó, pero no a la par de las llantas, sino al compás de unas notas. No era lo de siempre, una bocina que taladra los huesecillos del oído, ni una vendedora de la oferta la promoción. Entre el denso ambiente se oyó, hermoso, el inicio, los primeros acordes de una pieza muy bien conocida por todos. Tara-ra rara rara (tararará) Tan-tan-tan, tun tun tun turun turún tun tun tun...

La gente volteó, pero no se precisaba de donde venía el sonido. Pero alegró a los usuarios. Era en vivo, era un clarinete bien afinado, llevando el compás preciso... y el sentimiento de un intérprete de danzón. Algunos comenzaron a golpear el tubo al ritmo; otros, silbaban la conocida tonada, o tocaban unas claves imaginarias en su rodilla. Unas tenues sonrisas, pero muy verdaderas, brotaron de las comisuras de varias personas. Algunos se alzaban de sus asientos para buscar al músico que, en el mejor y más real sentido de la palabra, deleitaba a todos los presentes.

Varios usuarios, quienes disfrutaban de la melodía comenzaron a buscar. No pocos hurgaron en sus bolsillos, en sus carteras para darle al músico aún no visible, una moneda, por hacer realmente ameno una parte del trayecto.

Se asomó de pronto, era una persona común y corriente a ver, moreno, de barba y bigotes no muy poblados, de regular estatura. Se identificó por traer el clarinete en la mano, y le fué bien, pues no pocos cooperaron con el músico.

Cuando descendió, todavía algunas personas seguían silbando aquel famoso danzón, Nereidas, y cuando todos avanzaron en el andén, el sonido de los pasos simulaba una antigua pista de salón, y los tacones marcaban el ritmo de un danzón que ya no se escuchaba...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me latio, se lee muy fluìdo y en verdad me transporte a ese bagòn. El ùltimo pàrrafo està chingòn...vientos oscar sote.

Nadine