miércoles, 13 de febrero de 2013

Polvo eres...

Sonaron las campanas en la torre, más lentas, más cabizbajas... más tristes.
-¿Quién se habrá muerto? preguntaron en la cocina. La pregunta que una y otra vez se repetía cuando doblaban así las campanas.
Se trataba de los toques para misa de difunto, y sólo era cuestión de tiempo para que se enteraran quién era el finado.
A la segunda llamada ya lo sabían. Era un conocido lejano, que no estaba tan viejo pero estaba muy malo del azúcar, dijeron. Que qué ira a hacer ahora su esposa, si sus hijos todos viven en el norte y ella ya sin poder hacer nada...
-En fin, para allá  vamos todos --suspiraron-. Y aquí seguimos, en este valle de lágrimas.
Dieron el tercer doble. Un rebozo negro atravesó la calle lentamente. 
Los dolientes se encontraron de frente con quienes salían del oficio previo, todos con ceniza en la frente. Y el luto se posó en el crucero de la iglesia. Y todo siguió su curso. Después de todo, regresamos a lo que somos. Y eso, se lo lleva el viento.
 Pulvis es et in pulverum reverteris

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